Para meter mano también hay excusas


Por Isidoro Lozano. Jefe de Estudios



Ya llegaba el punto culminante de mi explicación. Los había conducido hasta allí como el flautista, y esperaban ansiosos el desenlace.  Vuelto a medias hacia la pizarra, esbocé un mal dibujo que me ayudara mientras hablaba, y entonces lo vi, creciendo a mi derecha en la segunda fila. Era un bostezo, y no uno cualquiera. La boca fue abriéndose infinitamente hasta que los colmillos casi ocultaron los párpados, y luego volvió a cerrarse poco a poco con un gemido de satisfacción en tono descendente. Una alumna cercana, al verlo, lo imitó con entusiasmo, y acabó con dos perlas de lágrimas en los extremos de los ojos. Y lo peor no había llegado. Como una onda parsimoniosa y consistente, una sucesión de bostezos fue extendiéndose por el aula hasta estremecerla entera. Para cuando terminó, yo no recordaba por dónde seguir, buscaba el camino a ciegas, y sonó entonces, hamdulillah, el timbre liberador...


La reacción normal de un profesor ante esa situación es el enfado.  Una boca que bosteza indica, pensamos, falta de interés, aburrimiento. Nos enfadamos porque no les interesa lo que decimos y bostezan, o porque no hemos sido capaces de mantener su interés y bostezan. 
Pero lo interpretamos mal. El bostezo en clase es, aunque parezca mentira, signo de interés, un esfuerzo para irrigar el cerebro y seguir la explicación. Bostezamos porque nos interesa algo y queremos mantenernos despiertos, nuestro cuerpo quiere. Un alumno que bosteza no quiere dormir, quiere despertar.  


¿Y qué decir del contagio? La Universidad Estatal de Nueva York hizo un estudio con 65 estudiantes de unos 20 años, a los que enseñaron 24 vídeos de 7 segundos en que aparecen personas bostezando, riendo, serias, aburridas... Después tenían que rellenar una encuesta sobre los vídeos, pero la encuesta solo era para distraerlos. Lo importante es que estaban siendo observados mientras veían los vídeos para ver si bostezaban mientras miraban los vídeos. Bostezaron, porque eran un aburrimiento, pero bostezaron más en los vídeos de bostezos, nada menos que el 40 por ciento de los estudiantes. Además, según un experimento complementario, los estudiantes que bostezaron eran los más empáticos y los más lejanos de una personalidad asocial y esquizotípica.


Lo del lenguaje gestual y la comunicación no verbal tiene guasa. Decimos muchas cosas cuando callamos, y antropólogos y psicólogos las han estudiado. La psicóloga  Flora Davis escribió un libro que ha sido el más influyente en este campo. Las distintas culturas manejan el espacio, las distancias  y los gestos de manera distinta, y esto da lugar a muchos malentendidos. Todos nosotros, que vivimos mezclando nuestras culturas en este centro, lo sabemos muy bien. En esta línea, el antropólogo Edward y Mildred Hall cuentan el caso de dos empresarios, uno español y otro británico, que tienen mucho interés en hacer negocios y se encuentran en una fiesta. José Ybarra se acerca a Sir Edmund Jones buscando intimidad y complicidad, pero Sir Edmund malinterpreta el gesto, se siente presionado y agredido, y se va retirando buscando una distancia que sea admisible para él. Este tira y afloja crea entre ellos un clima de mutua desconfianza que hace que su relación comercial finalmente no salga adelante.


Cada cultura tiene sus distancias para las distintas relaciones. La distancia muy próxima –pongamos desde el contacto físico hasta los 15-20 centímetros- puede ser confortable para nosotros, pero tremendamente incómoda para un sueco o un británico, que reserva esa distancia para las relaciones íntimas. Así que la próxima vez que vuestro novio o novia diga que os habéis acercado demasiado, hasta el contacto físico, podéis decir que se trata, en realidad, de un conflicto entre culturas. A lo mejor cuela.   


BIBLIOGRAFÍA
DAVIS, FLORA (1984): La Comunicación no Verbal. Alianza Editorial, Madrid. 9ªed.
HALL, E. T. y HALL, M.R.(1995): “Los sonidos del silencio” en VELASCO, H. (ED.) Lecturas de antropología social y cultural. UNED, Madrid.
SAMPEDRO, JAVIER (2004): ¿Con qué sueñan las moscas?. Santillana, Madrid.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La puertas de la medina de Tetuán

Joyas bereberes

Yacimiento arqueológico de Tamuda