Tetuán, los ojos de los manantiales



Tetuán, los ojos de los manantiales
¿Qué olvidé en tus calles que vuelvo
                                                                                                          de todas partes a tus calles?
Pablo Neruda
El nombre de la ciudad de Tetuán significa en bereber ‘ojos de manantiales’ concepto que en árabe se dice Al-‘Ayún, y que da nombre a uno de los barrios más antiguos de la ciudad. Fue esa red de manantiales subterráneos conocidos hoy como “Squndo” lo que permitió que la pequeña ciudad bereber pudiera acoger a partir de 1484 a sucesivas olas de refugiados andalusíes (musulmanes y judíos) y posteriormente a los moriscos. Entre esos primeros refugiados provenientes del Reino de Granada se encontraba el capitán Sidi al Mandri, que se convirtió en el primer gobernador de Tetuán. Fueron estos exilados los que refundaron la ciudad de Tetuán que había sido arrasada por los portugueses en 1437 y dieron forma a lo que hoy conocemos como medina o ciudad antigua, convirtiéndose en una villa típicamente andalusí. Tetuán es pues, desde su origen, una ciudad de acogida, abierta al forastero y emparentada por lazos seculares de sangre y de historia con España. Situada en la ladera del monte Dersa y junto al río Martil que desemboca a una decena de kilómetros en el mar Mediterráneo, desde su altura se puede divisar la ciudad de Ceuta, el estrecho de Gibraltar y la costa de la Península Ibérica. Quizás fue por esa proximidad de la patria perdida por lo que los españoles que se vieron obligados a abandonar su tierra se sintieron siempre tan ligados a España. Muchas familias tetuaníes conservan sus apellidos españoles y el español siempre fue una lengua coloquial en la ciudad hasta nuestros días. De 1913 hasta 1956 Tetuán fue la capital del Protectorado español en Marruecos y en torno a la antigua medina amurallada se construyó una ciudad nueva, El Ensanche, formada por barrios de planta rectangular y anchas vías para los automóviles. Deambulando por sus calles se tiene la sensación de estar en cualquier ciudad española de los años 50 del pasado siglo, con sus largas avenidas como la de Mohammed V y sus plazas, como la Plaza Primo o Plaza Mulay el Mehdi, con el edificio de Correos y la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias. Es en esta parte de la ciudad donde se encuentran las escuelas españolas, el hospital militar, los cines, los pabellones militares y otros edificios emblemáticos de aquellos años de presencia española en Marruecos. Y como un tercer anillo, rodeando ambas ciudades, la andalusí y la española, se extiende la ciudad contemporánea, que ha crecido rápidamente hacia el norte y el oeste. En pocos años Tetuán se ha convertido en una de las ciudades más grandes de Marruecos con más de 400.000 habitantes y con un gran potencial turístico gracias a sus hermosas playas y las verdes montañas del Rif occidental. Cuando se acabe el proyecto de remodelación urbana en torno al río Martil, Tetuán contará con una zona turística y de ocio de gran relevancia que modernizará enormemente la fisionomía de la ciudad. Pero, para los que hemos vivido una parte de nuestra vida en Tetuán, la ciudad siempre nos traerá recuerdos de sus calles animadas, de la algarabía de sus zocos y de la mezcla maravillosa de gentes ataviadas de mil maneras. Esa diversidad ha sido y es la riqueza principal de Tetuán, la expresión de la coexistencia de culturas y tiempos diversos que se entrelazan en un espacio común. La ciudad te permite encontrarte en una misma acera con venerables ancianos tocados con turbantes y vestidos con chilabas y babuchas, con jóvenes que presumen de ir a la última moda europea y con amables mujeres yiblías que se cubren con sus sombreros tradicionales y sus mandiles de colores. Los letreros oficiales que aparecen en los edificios públicos están escritos en tres alfabetos diferentes, el árabe, el tifinagh o beberer y el latino, este último para inscripciones en español o francés y todo ello en un clima de  convivencia cultural y religiosa ejemplar.
Al terminar el bachillerato, muchos de nosotros, alumnos de este excelente centro de enseñanza Nuestra Señora del Pilar, nos marcharemos a continuar nuestros estudios fuera de Tetuán. Pero sé que Tetuán nos seguirá siempre allá donde vayamos y que en alguno de nuestros sueños nos veremos paseándonos por sus blancas y estrechas callejas, sintiendo sus vivos y penetrantes olores o absortos en algún vibrante concierto de madrugadores almuédanos. Y quién sabe si un día, al cabo de los años, habremos de volver de nuevo a nuestra añorada Tetuán, a los ojos de los manantiales, y esta vez, in shaAllah,para quedarnos.
Sara Flores El Filali 2ºBachillerato A

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